MANOLO TELLO. HONOR Y CARIÑO DE TU EQUIPO.
El 7 de septiembre de 2013 "La Bodega" se vistió de gala para tributar un cálido homenaje a quién de verdad lo merecía. Y es que, fue toda una vida amarrado a su club, desde sus comienzos, allá por el año 1969, hasta el mismo día que partió de viaje para el otro mundo, en esta pasada primavera. Si, así fue, toda una vida entregado en cuerpo y alma a sus colores, como nadie, de manera callada y sin generar aspavientos en ningún momento, con nobleza y auténtica pasión, con educación y sumo respeto, virtudes que siempre atesoró.
Así le valía a él para demostrar, cada día, que su club era tan importante como su propia vida, y es que eran tan fuertes esos vínculos que diría que él y el Vejer Balompié formaban un tándem indisociable. Siempre de socio, casi toda una vida, también de directivo, durante varios años, en diferentes periodos, sacrificando todo su tiempo a favor de su equipo, ofreciendo lo mejor de sí mismo, sin pedir nada a cambio, como hacen los grandes hombres, lo que vendría a configurar a aquel aficionado ejemplar, a un socio fiel, a un directivo leal.
Razones de peso estas para que la Junta Directiva tuviera el loable gesto de rendir honores, a título póstumo, a toda una trayectoria ligada al Vejer Balompié, y fue allí en el mejor lugar posible, aquel que tantos y tantos domingos visitó, La Bodega. No faltó a la cita quienes le apreciaban, quienes bien le consideraban, quienes supieron de aquella persona que se caracterizaba por llevar muy adentro los sentimientos del equipo local. Fue un emotivo acto que sirvió para reafirmar la plena dedicación y la generosidad del mejor seguidor posible de los rojillos.
Muchos años aportando su granito de arena a darle vida al huésped de “La Bodega”, el Vejer Balompié, el que lo fuera antes del Campo de Fútbol “San Miguel”. Era de los asiduos, de los que nunca faltaba a la cita del domingo, de los que se desvivían por hacer crecer cada día a su club; siempre estaba allí, soportando los buenos y los malos resultados, disfrutando de la victoria y sabiendo encajar la derrota, llevando con atino los sinsabores del cargo, sin perder nunca la compostura, desde ese espíritu que debe prevalecer siempre en el deporte, el del fair play.
Y como no, también ejerciendo, con paciencia, la difícil tarea de administrar el pecunio de la entidad, incluso convirtiendo tantas veces su zapatería en improvisada oficina del club, en lugar de peregrinación de aficionados al futbol, lugar desde donde le correspondió gestionar la economía de la entidad durante años. Nunca quiso ocupar una primera fila, siempre situado entre bambalinas, ahí estaba él, ahí se sentía más cómodo, prestando su servicio y buen hacer al Vejer, para que el equipo de sus amores perviviera cada temporada en los terrenos de juegos.
Es muy probable que, desde el otro mundo, asome su mirada, cada domingo, en “La Bodega”, con su transistor pegado al oído, pendiente del resultado de su otra gran pasión su “Madri”, para seguir animando a su equipo; es probable que, desde el otro mundo, ayude a mantener vivo el espíritu de “su” Vejer.